Las
falsas democracias se reconocen por la existencia de presos políticos. Evitar reconocerlos
como tales, forma parte del proceso de adoctrinamiento de una parte de la
población en contra de las ideas del resto y da una idea del nivel de opresión
y totalitarismo de esa falsa democracia.
No nos
engañemos, este sistema hace mucho tiempo que está generando presos políticos:
Bódalo, Alfon, los chavales de Alsasua… Pero el sistema, en su deriva
fasciasta, se ha envalentonado y se ha atrevido con diez presos de una sola
vez, en un golpe muy difícil de explicar racionalmente. Con dos o tres es muy
fácil buscar excusas, incluso el error ideológico de un juez, pero diez de
golpe y a través de tres causas en dos juzgados diferentes, marca una clara
tendencia que no da lugar a dudas.
Para
algunos, lograr que ONG’s especializadas en temas de represión modifiquen su definición y hasta justifiquen
lo injustificable, es signo de que el Estado tiene razón. Pero, como se dice en
lógica matemática, lo que es, es. Así que hay que pensar que el problema aún es
más grave de lo que pudiera uno imaginar. Cuando la prensa y otros medios
financiados se alinean con un ideario y en contra de otro u otros, va a
arrastrar con ellos a todos aquellos ciudadanos que se vean reflejados en el
interés contra esos idearios proscritos, sin darse cuenta de que se convierten
en parte de la represión y en soldados de una guerra interna contra las
libertades civiles.
España
es hoy una democracia de nombre, pero donde solo está permitido un ideario, la
decadencia ha asolado la política y la moral, permitiendo un resurgimiento de
las formas franquistas que deberían haber alertado hasta a los más tontos, y
sin embargo, gracias a los pequeños egoísmos, la ceguera social parece casi
total.
Lo que
hoy sucede en nuestro país no es algo nuevo ni único, pero no por ello es menos
peligroso.
Para
acabar me gustaría recordar un conocido poema de Martin Niemöller que habitualmente se atribuye de
forma errónea a Bertolt Brecht:
«Cuando los nazis
vinieron a buscar a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.»
guardé silencio,
porque yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a por los judíos,
no pronuncié palabra,
porque yo no era judío.
Cuando finalmente vinieron a por mí,
no había nadie más que pudiera protestar.»
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