En mi barrio
el atentado de Hipercor es una herida que nunca se cerrará, pero hace ya mucho
tiempo que tomamos conciencia de que los miserables, que convirtieron aquello
en una tragedia, no se limitan a quienes pusieron las bombas.
Cuando veo
la portada de “La Razón” de hoy, mi indignación crece hasta los límites de la
locura. Después pienso que mañana hará 30 años y no hay razón para callar ni un
minuto más.
Porque la
verdad es que ciertamente ETA puso aquel coche bomba en un aparcamiento subterráneo
que amplificó sus efectos destructivos. ETA no eran hermanitas de la caridad y
sabían el daño que podían causar, pero también es cierto que avisaron con
tiempo más que de sobras como para desalojar el centro comercial y no una, ni
dos, sino hasta tres veces.
Daba igual
las veces que avisaran, porque el Estado Mayor del Ejército y la cúpula de ese
gobierno a la sombra que aún manda en este país y nos tutela bajo la moral del
franquismo, habían decidido que era el momento de cobrar en sangre las amenazas
de ETA. Necesitaban víctimas inocentes que terminaran de hacer perder los
apoyos populares con los que aún contaba la banda.
Se acabó lo
de poner bombas en las vías del tren y cortar el tráfico de ferrocarriles
durante horas para luego retirar fiambreras vacías. El poder en la sombra había
determinado que levantaría todos los faroles de la banda (siempre que no les
amenazaran a ellos) y lanzó el órdago en Catalunya… en Barcelona… en el barrio
de Sant Andreu… y en un centro comercial en que, siendo propiedad del
empresariado del viejo régimen, no pondría pegas a su utilización como
herramienta “por el bien común”.
Así que
cuando ETA aviso a la prensa abertzale la policía ignoró el mensaje. Un mensaje
que, cuando llegó de la mano de la Guardia Urbana de Barcelona, media hora más
tarde, ya no pudo seguir ignorando, pero, como si aún tuvieran todo el tiempo
del mundo, organizaron un comité de crisis. Se informó al director del Centro
Comercial que, en primera instancia, y aconsejado por la propia policía,
desestimó el desalojo del centro cuando
aún hubiera habido tiempo de evitar lo peor.
ETA aún
avisó una última vez, ya sin tiempo. Y esta vez sí se le hizo caso. Nunca antes
habían insistido tanto los terroristas. Pero cuando se iniciaba el desalojo la
bomba estalló. Algunos afirman que pudo hacerlo cinco minutos antes de lo
programado, pero no creo que eso sea importante. Ciertamente, lo que de verdad
importaba (o debía haberlo hecho), eran las víctimas.
Hipercor es
la herida que nunca se cura de un barrio humilde en la capital catalana. Un
barrio que desde el primer momento odió a ETA por los explosivos, pero que muy
pronto también odió a los poderes de España que quisieron hacer posible que esa
bomba nos hiriera y nos matara. ETA cargó y apuntó la pistola, pero el gatillo
lo apretó el mismo franquismo que supuestamente ya no existía.
Nos lo
ocultaron todo. Como nos ocultaron la intentona golpista de los militares que
quisieron aprovechar el dolor del atentado para justificar de nuevo la toma del
poder. Desde entonces, si se puede creer a Felipe González, el Estado está a
merced de los mismos que ya arruinaron a este país hace 80 años.
Después
llegó la infamia de la AVT que ninguneó a las víctimas de Hipercor, como lo
hizo con las del 11M, porque no les eran útiles en su politización
ultraderechista y neofranquista del país.
Hipercor fue
un atentado de ETA, pero es la falsedad más grande del neofranquismo tardío, y
que “La Razón” saque ahora esta portada a mí solo me dice una cosa. Y es que
existe una prensa que sigue siendo cómplice de estas muertes y, treinta años
después, quiere seguir usándolas contra la paz, la democracia (donde quiera que
esté), la justicia y el Procés.
Señores de “La
Razón”, los que murieron en Hipercor eran catalanes, y los que se aprovecharon
de su sangre eran, como ustedes, muy españoles y mucho españoles.
ETA tuvo sus
condenas judiciales y pagaron con prisión, ETA dejo las armas y hasta las
entregó, pero el franquismo sigue matando y acumulando víctimas con un terror a
escondidas de los medios de comunicación que siguen siendo cómplices. Ellos han
querido que este país no tenga paz hasta que desaparezca y veamos las cenizas
de Franco en un vertedero de basura. Porque ellos lo quieren así, con sus
mentiras, sus represalias y su seguir viviendo del cuento a costa de unos
españoles que viven engañados y alejados de la cultura y el más elemental
entendimiento.
Nunca se
juzgará a los que tomaron la decisión de no evacuar a tiempo, nunca se juzgará
a los militares que intentaron tomar partido de la sangre civil… Nunca se
juzgara al terrorismo franquista porque sigue controlando a este país.
En Catalunya
hemos entendido que somos la única esperanza de España, los únicos cuyo
sufrimiento ya no puede esperar más y que el 1 de Octubre gritaremos que
queremos enjuiciar a tanta impunidad que anega los pantanos viciados de España.
Entended que
Catalunya no quiere la independencia porque odie a España, sino porque la
quiere demasiado y no hay otra forma de identificar el franquismo coyuntural
que la estrangula.
No queremos
más Hipercor, ni 11M, ni rescates bancarios, ni burbujas inmobiliarias, ni
impunidad para corruptos, ni Florentinos omnipotentes, ni ciudadanos de primera
y ciudadanos de segunda, ni atentados de ultraderecha silenciados, ni CIE’s, ni
AVE’s a ninguna parte…
El 1 de
Octubre no se solucionarán todos estos problemas, pero será como poner nuestro
granito de arena y, en los barrios colindantes a Sant Andreu, sin duda,
tendremos en la memoria a Hipercor cuando lo hagamos. Tal vez nos inspire, también,
esta miserable portada de La Razón.
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