Siempre decimos que las derechas se
diferencian menos entre sí que las izquierdas… ¿De verdad? Yo no creo que
tengan tanto en común un neocon, un fanático ultracatólico, un patriotero
franquista, un arribista, un monárquico, un populista centralista, un
neoliberal o un burgués tradicional periférico… y sin embargo todos ellos caben
en un solo partido o en partidos dispuestos a pactar en los momentos más
absurdos.
Ya nadie se acuerda que en 1996 Aznar, un
populista centralista procedente del neofranquismo, pudo ser presidente gracias
al apoyo de PNV y CiU, partidos de la burguesía periférica a los que el primero
acusaba de nacionalistas. Pronto se olvidaron de aquellas consignas gritadas de
“Pujol, cabrón, habla español”. Tras el pacto el líder catalán se mostró
satisfecho con la colaboración del líder popular y este llegó a decir que “hablaba
catalán en la intimidad”. Supongo que con ese acento tejano que le es tan
natural.
¿De verdad se imaginan a Cayo Lara pactando
con Jorqueras para gobernar España? Puede que me equivoque, pero estoy
convencido de que, incluso en Catalunya, ICV-EUA (los socios catalanes de Cayo
Lara), mantienen unas enormes diferencias con ERC o las CUP. Veo difícil que en
unas elecciones nacionales se presentaran juntos. Sin embargo todos están de
acuerdo de que los ciudadanos son lo primero y que, si los catalanes desean un referéndum
por la independencia, lo más democrático es que lo tengan (lo que luego
defiendan en ese referéndum creo que es lo de menos). Pequeñas sutilezas en el
camino a tomar hacen imposible esa coalición.
De hecho la culminación de esa postura tiene
un ejemplo muy notable en la escisión sufrida hace ya algunos años en ERC
cuando Àngel Colom, exsecreatrio general, decidió partir y crear el PI junto a
la también disidente Pilar Rahola. Claro que alguien podría hablar de mero
personalismo en esta iniciativa. Pero en la escisión más reciente que termino
con la creación de los partidos paralelos Solidaritat y Agrupació, el
personalismo era lo de menos porque sus programas, aunque similares, daban
mucha importancia a las sutilezas que los separaban. Pero el ejemplo no acaba
aquí, sino que, antes de las pasadas elecciones, los tres partidos se reunión
para llegar a un acuerdo que les permitiese presentarse a las elecciones en
conjunto y no perder fuerza. Fue un desastre, las sutilezas se habían tornado
insalvables. Es más, algunos miembros de Agrupació, en el colmo del absurdo,
decidieron que no se presentarían a las elecciones, pero que propondrían a su
electorado que votasen a CiU, un partido de derechas, antes que a ERC o
Solidaritat. Así que, a pesar de todo, lo que pareció un triunfo de ERC,
resulta que muchos de los votos que podían entrar dentro de su espectro, se
perdieron en una Solidaritat que no obtuvo representación e incluso en una CiU
que ni siquiera defiende los mismos valores.
Así pues, tenemos que concluir que si bien las
derechas tienen unos fines muy diferentes, son capaces de pactar en un camino
común a sabiendas que, tarde o temprano, ese pragmatismo pactista eliminará a
las izquierdas de su camino. En cambio la izquierdas, que tienen como objetivo
común a los ciudadanos, son incapaces de ponerse de acuerdo en ese camino y no
son capaces de formar un frente común.
Por si todo esto no fuese suficiente, algunos
miembros de las izquierdas, para lograr mayor representación, han aceptado
parte de los caminos de la derecha y se han derechizado más de lo admisible. Tal
es el caso del PSOE y, sobre todo, de UPyD a quien muchos ya denominan, no sin
razón, la marca blanca de Falange.
La última vez que en Europa tomaron conciencia
las izquierdas y se unieron en el Frente Popular, el mundo cambió. Por
desgracia lo hicieron para oponerse a un rival demasiado poderoso: el fascismo.
La batalla solo concluyó cuando se logró separar a las derechas mundiales más
moderadas, y entre estas y la izquierda, lograron vencer, en una Guerra Mundial,
al fascismo. Pero nuestro país no tuvo tanta suerte. Aquí el país se perpetuó
durante cuarenta años y no dejó el poder hasta haberse asegurado de dejar
muchos (demasiados) cabos atados y que, ahora, nos impiden progresar.
Si queremos que esto cambie no nos queda otra
solución que recuperar aquel espíritu de unidad que trajo el Frente Popular,
pero en esta ocasión tendremos que prescindir de la fuerza que entonces fue su
pegamento: el PSOE. Y es que los socialistas de hoy no son más que una
caricatura de lo que fueron y están muertos en una fosa de corrupta burguesía que
los hace más similares a la derecha de lo que ellos mismos son capaces de
reconocer mirándose al espejo. Figuras como Navarro o Talegón, fuentes de sana
autocrítica, solo hacen que mostrar al mundo hasta qué punto se ha desviado el
PSOE de su camino.
Finalmente hay que hablar de una enorme
cantidad de izquierdistas, que desilusionados con lo aberrante del actual
sistema, han decidido no ir a votar nunca más. Estos, sin quererlo, son el
mejor arma de las derechas contra la ciudadanía. Porque no tenemos que olvidar
que el principio de las derechas no es el ciudadano, sino el yo y lo mío.
Imagen
tomada de http://ordorenascendi.blogspot.com
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