Fue una buena idea bajar a la cala en plena luna llena y nadar de noche sólo por verla a ella. Perlas de luna bailaban en su espalda y mi boca sellada era incapaz de decirle cuánto me gustaba. Enrollaba sensualmente su pelo para escurrir el agua y no hubiese dudado en beberme cada gota para tener algo de ella.
“Ve y díselo”, me gritaba algo dentro de mí. Sin embargo me quedaba nadando en el agua con los demás. Si hubiese salido no me hubiera quedado más remedio que enfrentarme a la victoria o al fracaso y ya nunca más hubiese podido disfrutar de esa morbosa incertidumbre.
Entonces la música que sonaba en mi cabeza, como banda sonora, se apagó de golpe. Ricardo, el feo y chistoso del grupo, había salido del agua para compartir un pitillo con ella y los dos se marchaban a un rincón recogido entre las rocas.
Así fue como comprendí que las cosas no se pueden dejar para mañana y cuan peligrosos son los feos.
4 comentarios:
Jajjaja, que peligroso es bañarse de noche. Alguna vez lo he hecho tarareando la canción de "Tiburón" y con unas cañas de más y la autogestión es brutal.
Sobre la situación que narras, es totalmente cierta. Vas dejando pasar trenes y más trenes, pensando que nunca se acabarán. Poco a poco, los trenes pasan con menos frecuencia, y puede llegar el momento que ni tan siquiera pasen o no los veas pasar.
Saludos
jajajaja Que se mueran todos!
Hola Vicente:
Es cierto. No hay que dejar nunca para más tarde lo que de verdad se quiere hacer. El final del camino puede estar al doblar la siguiente esquina.
Precioso texto. A pesar del "frustrante" final, lo he disfrutado.
Un agrazo
Los feos simpáticos son tan peligrosos como el mar de noche: en realidad son temibles!! Ja,ja! Buen relato.
Resulta interesante ver como la vida muchas veces nos sorprende con quienes menos esperamos, y por supuesto nunca debemos dejar pasar las oportunidades.
saludos,
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