Con las elecciones francesas los medios de comunicación
nos bombardean de nuevo con una oleada de información sobre la ultraderecha.
Estos bombardeos tienen una vertiente positiva, la de darnos más datos, pero también
tienen una vertiente fea que es la de dar más visibilidad a estos partidos que
suponen un peligro para la sociedad ¿Dónde está el equilibrio? Porque por un
lado es necesario saber qué y quienes son para podernos enfrentar a ellos, pero
por otro, la mayoría de la gente que en general ha estado mal preparada
políticamente, puede caer en sus garras como pajaritos. Sin ir más lejos, en
nuestro país, los medios de comunicación, llevan años ahuyentando a la gente de
los temas políticos mientras le cuentan historias terroríficas,
mayoritariamente falsas, sobre el comunismo o cualquier otra ideología de
izquierdas. Lo más gracioso ha sido ver como hablan del socialismo como un tipo
de comunismo al que pintan con rabo y cuernos y, a un tiempo, afirman que
nazismo y fascismo son socialismo. Después, esos mismos medios, son los que
venden fascismo y nazismo a manta como si fuese la panacea. Y los pajaritos que
se alimentan con el grano de esos medios, compran fascismo sin analizar
semejante contradicción ¿Dónde dejaron sus cerebros aparcados?
La cuestión es que, al margen de los medios de
mierda como A3media, Mediaset o la propia RTVE cuando ha estado en manos del
PP, además de otros menores que dan hasta risa por su poca fiabilidad
informativa, el resto de medios trabajan con seriedad y, aún con sus pocos
medios y demasiadas presiones externas, logran sacar adelante informaciones que
pueden ser muy esclarecedoras. En este ámbito recomiendo a las corporaciones de
radio y televisión vasca y catalana, a los diarios en red “Público”, “ElDiario.es”
y “La Marea”. No siempre dan en el blanco y no siempre superan las presiones, pero
lo intentan de buena voluntad y dan lugar a informaciones aceptablemente
fiables. No son los únicos, pero en general hay que huir de las grandes
corporaciones dominadas por sociedades capitalistas a las que les “urge” el
dominio del fascismo.
Qué hemos aprendido de la buena información (a
menudo también de la mala). Lo primero de todo es que el fascismo no se crea ni
se destruye, solo se transforma, porque es algo natural en las ansias de poder
del ser humano. El fascismo enfrenta a grupos de personas inventando maldades
en el grupo a batir. El fascismo, como la religión, trabaja con el mundo de los
mitos para beneficiar a unos pocos en el mundo de lo tangible. Si el fascismo
habla mal de la inmigración, extendiendo los pecados de unos pocos en el de
todos los inmigrantes pobres, es para que sus líderes obtengan un poder y un
dinero muy tangible para sus líderes. Pero su patriotismo y su odio a los
extranjeros son muy selectivos, porque no dudan en aceptar tratos con
extranjeros ricos o pactar con otros como ellos. No es extraño pues que Le Pen
y Trump pudieran aceptar ayudas de Putin, que VOX obtuviera dinero fundacional
de terroristas iranís o que Meloni y Milei fuesen ayudados por la CIA, la
primera como vía para controlar Europa y el segundo para apoderarse de las
riquezas naturales de Argentina.
Así visto, la extrema derecha también podría entenderse
como una fórmula para controlar a un país sin invadirlo. Solo haría falta
aprovecharse de la dejadez con la que las nuevas generaciones han crecido sin
interesarse por algo tan esencial como es la política ¿Si en EE.UU. funcionó,
por qué no habría de funcionar en el resto del mundo? Y es que el nuevo
fascismo ya no lleva traje militar y, si me apuran, ni siquiera necesita la corbata.
Pero acabamos de descubrir que no todos los fascismos
son iguales, aunque exploten lo mismo y persigan similares fines. De hecho,
salvo en casos muy concretos, se ha eliminado el culto personal. El nuevo
fascismo es mucho más pragmático. Los casos de Trump y Milei deberían
estudiarse aparte; pero el rechazo de el Reagrupament Nacional francés a
Alternativa para Alemania, por considerar a estos excesivamente extremistas,
nos puede dar una pista de hasta qué punto el nuevo fascismo es capaz de
camuflarse para introducirse en las estructuras de la democracia. Si hace
treinta años avisábamos del peligro que suponía no poner trabas en el juego
democrático a aquellos que no creían en la democracia, hemos vuelto a hacer
tarde.
Pero ya no estamos ante Hitler, Mussolini, Franco,
Somoza, Videla, Galtieri, Pinochet o Stalin (lo siento, pero Ióssif, por muy
comunista que fuese su sistema, era un fascista de libro), el nuevo fascismo es
impersonal, pero con una capacidad para quebrar las estructuras mucho mayor.
Detrás hay años de sabiduría, pero no en sus líderes, sino en un colectivo que
se beneficia de sus acciones y que hará creer a los votantes de esta extrema de
derecha que todo es por el bien del país hasta que este se desmorone, primero
moralmente y luego económicamente. Esta vez no hará falta ninguna guerra, aunque
las habrá, pero el desastre podrá ser aún mayor.
¿Qué ocurrirá después? ¿Cuándo acabaremos con esto?
Son respuestas que por ahora son difíciles de
imaginar. Pero dada la capacidad del fascismo para hacer creer a sus seguidores
que los problemas por ellos generados son culpa de otros y el control de los
medios de comunicación, podemos pensar que se podría llegar al desastre final…
Incluso al final de la vida sobre la Tierra. Y la única arma con la que
contamos es dar más cultura política a la gente.
Lo tenemos muy mal.