domingo, 12 de enero de 2014

DISCURSO (7 de 7)



Finalmente, no sé si existirá un Referendum de autoderteminación o unas elecciones constituyentes. No sé siquiera si existirá alguna posibilidad de que Catalunya pueda expresar su voluntad de independizarse y menos aún si lo logrará; pero de lo que sí estoy seguro es que solo permitiendo a los catalanes expresarse libremente se logrará la paz social necesaria para iniciar cualquier proceso de reconstrucción nacional tras la crisis.
Para España siempre será mejor permitir la posibilidad de que Catalunya se independice, que aumentar el actual agravio hasta el punto de que nunca más España y Catalunya formen una unidad. Porque lo que pretenden ignorar los unionistas es la realidad de que no puede existir esa unidad sin respeto, negando deliberadamente la voluntad de un pueblo que es la mayor de las faltas de respeto que se pueden concebir.
Para los que defienden la unidad de España, según la letra de la Constitución, que sepan que esa unidad no se corresponde simplemente con las parcelas de tierra que componen el territorio nacional, sino con los pueblos y naciones que conforman esa unidad. Así que haber logrado que una o varias de esas naciones que conformaron esa unidad, ya no se sienta parte de ella, es el gran fracaso de ese artículo. Y en estos momentos, la única posibilidad de recuperar la unidad de España, es permitir que los catalanes decidan por si mismos. Siempre es mejor perder a Catalunya y conservar la unidad del resto, que perpetuar esa desunión irreconciliable.
Y en el futuro, si se pretende preservar esa unidad, el Estado español deberá ser mucho más racional y respetuoso con las restantes naciones de España, o asumir su independencia como parte de su proceso de absurda homogeneización.


sábado, 11 de enero de 2014

DISCURSO (6 de 7)



Respeto. Sí, respeto. Eso es lo único que deseamos todos y, sin embargo, cuanto nos cuesta darlo.
La mayor parte de las veces no somos conscientes de cuan irrespetuosos podemos llegar a ser. Esa es una falta de respeto que nace del desconocimiento y la ignorancia, pero que tiene una fácil solución siempre que queramos aprender.
Pero existe otra falta de respeto que surge de la parte más animal de nuestro ser: del odio y del miedo. Odio y miedo que están mucho más relacionados de lo que a menudo nos creemos.
Yo, casi siempre he vivido en Barcelona. Un enclave de paso para muchos y punto de llegada para otros. A pesar de lo habitual y continuado de ese hecho, siempre ha existido gente con miedo a la diferencia y que, por tanto, ha actuado con notable falta de respeto hacia ella.
Paradigmática fue la llegada de inmigrantes procedentes de toda España en los años 60 y 70. Los llamados barrios obreros, el Casco Antiguo y el Área Metropolitana, fueron colonizados por gallegos, andaluces, extremeños, murcianos, castellanos... Fruto de aquella llegada masiva de trabajadores, con sus respectivas familias, se atacó un status quo que luchaba directamente contra la represión franquista. Y si bien muchos de aquellos inmigrantes planearon su particular resistencia al régimen, la gran mayoría habían llegado en un precario modo de supervivencia que el régimen pretendía usar y uso como cojín para amortiguar la resistencia del catalanismo. Y es en ese punto donde aparecieron las peores fricciones entre los antigüos y los nuevos catalanes que llegan a constituir auténticos guetos castellanizantes dentro de las áreas industriales de Catalunya. Nace así una serie de continuadas fobias y faltas de respeto entre unos y otros. Las guerras dialécticas entre polacos y xarnegos, llegan a menudo a las manos para alegría del régimen franquista que casi ve desaparecer la enorme fuerza que la resistencia del catalanismo de los años 50 llevó a la histórica huelga de tranvías. Así, a comienzos de los 70, solo el PSUC, por medio de las Asociaciones de Vecinos, parece crear un nexo entre ambas sociedades y hacer una tímida resistencia a un régimen que se apaga (esto nunca lo entendió Jiménez Losantos, pero un día explicaremos la razón).
Fue aquel el peor momento que vivió Barcelona en lo que es la falta de respeto, pero se superó porque hubo una figura que sirvió para cambiarlo todo: Francisco Candel. La definición de los otros catalanes que hizo, sirvió para que unos y otros pudieran entenderse y comprenderse. Y los individuos que se comprenden ya no tienen excusas para no respetarse. Aunque hubo dos factores que ayudaron a que ese hecho se produjera: por un lado el tiempo (factor necesario e inevitable) y por otro la normalización e inmersión lingüística, que sirvió para que los catalanes pudieran recuperar su esencia cultural. Durante los años 80 se superaron así, casi dos décadas de desencuentros. Sin embargo, fue tan grande el escollo a superar que durante muchos años aún quedarán individuos que, a ambos lados, intentarán negar una realidad: que aquellos nuevos catalanes ya no son nuevos y que, mayoritariamente, se sienten integrados en la nueva Catalunya que igual baila una sardana que una sevillana, que domina el castellano mejor que muchos castellanos y escucha orgullosa los versos de Verdaguer y Maragall. Pero que es consciente de que hace falta andar muchos caminos y ha aprendido a aceptar hoy, con más facilidad, sus diferencias con marroquíes, peruanos o chinos.
Inevitablemente siempre habrá personas que sientan miedo a las diferencias, es algo casi inherente al ser humano, pero hoy, en esta tierra, hay una mayor voluntad y capacidad de comprensión para superarlo. Una comprensión necesaria, siempre, por ambos lados.

Pero el respeto, tan necesario, aún no es una conquista global. Por eso me gusta tanto una frase dicha por alguien con quien en realidad no me siento muy afín (pero sí con la frase): “Yo voy a luchar para que todos los unionistas de Catalunya tengan la oportunidad de votar "no" a la Independencia”. Porque tal es el espíritu de la democracia y, en último extremo, el verdadero respeto.
Yo no me puedo sentir a gusto entre personas que solo piensan en imponer su voluntad a los demás, aunque comparta sus ideales respecto a lo que sería un mundo mejor. Soy de esas personas que respeta el derecho de cualquiera a ser infeliz si esa es realmente su voluntad. Es difícil saber porque alguien desea una cosa diferente a la que deseamos los demás, pero aspiro a entenderlo porque deduzco que podré aprender muchas cosas interesantes, e incluso importantes, con ello.
Pero no puedo respetar a quien no respeta, porque lo primero que me está diciendo esa persona es que a ella no le importan ni los sentimientos ni el bienestar de los demás y ya no merece que me interese por ella.
No sé si han visto en Internet el vídeo de un camionero que atraviesa uno de los ejes viarios ocupados por la Vía Catalana justo después de deshacerse. Enrabietado con la espera, empieza a insultar a los manifestantes y a decir toda clase de inaceptables obscenidades que acaban en un rabioso “¡Viva España!”. En un primer momento lo colgó en las redes esperando apoyos y, sin embargo, se ha convertido en una de las mayores fábricas de independentistas. Encima, salvo los pocos descerabrados de costumbre, ha conseguido que muchas personas de otros lugares de España, comprendan un poco mejor el sentir de los catalanes y qué es lo que ha llevado al actual proceso soberanista.
Este señor, espero que comprendiendo lo que había hecho, retiró el citado vídeo de las redes, sin embargo ya circulan demasiadas copias para que le sirva de algo. Los que valoramos el significado del respeto esperamos una disculpa pública, pero dudo que se atreva a decir esta boca es mía después de dar tan nefasta imagen. Supongo que en lo único que pensará en este momento es en desaparecer y que se lo trague la tierra antes que en dar la cara.

Por desgracia, tanto la falta de respeto al pueblo catalán, que es casi continuada, incluso en importantes medios de comunicación, como respuestas poco afortunadas de algunos supuestos catalanes de bandera, no hacen que el actual clima sea muy agradable... para nadie. Por eso, desde aquí, piensen lo que piensen y crean lo que crean, solo pido, a unos y a otros, respeto.

Por cierto, sería deseable, y una muestra de respeto, que dejaran algunos (muchos, demasiados) de ligar al President Mas con el movimiento independentista. Si quieren ser respetuosos, deben entender que “El Procés” nació después de los ataques recibidos contra el Estatut (especialmente azuzados por el PP) y es una voluntad del pueblo catalán que han pillado al President Mas y a CiU, totalmente a contrapie.

Puede que Mas haya intentado obtener algún tipo de beneficio de este movimiento, no lo dudo pues es algo muy propio de los políticos, pero es una muestra de respeto necesaria, que no se personalice en él este proceso, ya que con ello se ningunea la voluntad de los catalanes. Y en especial los de izquierdas, que somos la mayoría de los que nos movemos en esta senda.

miércoles, 8 de enero de 2014

DISCURSO (5 de 7)


Estamos en crisis, o por lo menos eso es lo que nos cuentan cada día los noticiarios. Lo cierto es que gran parte de los ciudadanos están en paro, y a los que no les han bajado el sueldo y han perdido gran parte de su nivel adquisitivo. Los precios no han bajado. Los impuestos no paran de subir. Y los transportes y la energía... bueno, a esos seguramente nadie les debe haber contado eso de la crisis que a nosotros nos dicen en cada telediario.
Hay crisis. Una crisis de la que oímos hablar, por primera vez en 2007. Aunque algunos economistas listillos (como el tal Santiago Niño), no se sabe si para ponerse medallas, dicen que es de 2008. Lo cierto es que esta pudo intuirse como lo demuestra el libro de 2001, de Susan George “El Informe Lugano”. Y no es el único ejemplo. De hecho, algunos economistas hablaban, tras la caída del muro de Berlín, hace ya 25 años, que los procesos iniciados entonces, acabarían en una crisis financiera de grandes dimensiones y que arrastraría a la sociedad hacia una Gran Depresión. Por supuesto, estos avezados catastrofistas no daban una fecha, siquiera aproximada, para ese desastre que hoy podemos asociar con nuestra actual situación.
También hubo voces que hablaron de la crisis cuando los atentados de la Torres Gemelas en 2001, durante la posterior invasión de Afganistán y, sobre todo, cuando empezó a alargarse la guerra de Irak. Nada de eso y todo a un tiempo, tuvo que ver. Porque el gran problema estaba oculto en el concepto de sociedad que había llevado a todas esas crisis políticas. Un nocivo concepto de sociedad que descubriríamos con la quiebra de Lehtman Brothers en 2007 y el escándalo de las hipotecas subprime.
En nuestro país los agoreros lo tenían más fácil, porque las bases de nuestra peculiar crisis las sentó José María Aznar y una ley del suelo que disparó la corrupción por todo el país, infló una burbuja inmobiliaria, animó a los bancos a prestar un dinero que no tenían, sabiéndose amparados por una injusta ley hipotecaria que podían manipular a su antojo, y a obtener más dinero con fórmulas tan poco éticas como la que nos ha llevado al escándalo de las Preferentes. Cualquiera con un poco de vista, ya en 2002, podía percibir que aquello no podía acabar bien. Especialmente cuando ya nadie podía adquirir una vivienda sin hipotecarse para el resto de su vida.
Ese desastre no se lo podemos perdonar jamás a Aznar, pero a los gobiernos que le siguieron no podremos perdonarles que ayudaran, con nuestro dinero, a unos bancos que se aprovecharon más que nadie y que trajeron tanta desgracia a nuestro país.
Unos bancos que, a pesar de las brutales inyecciones de dinero líquido que ha recibido, siguen sin generar los préstamos a la industria y al consumo, que deben sacarnos de la crisis.
El ejemplo de nuestro país, más que ningún otro, demuestra que la idea del capitalismo financiero está agotada y que el concepto de los bancos debe cambiar si no queremos que esta crisis se eternice.
No puedo explicar en pocas palabras cómo debe ser la economía del mañana, pero sí puedo adelantar que, si queremos evitar otras situaciones como la actual, la banca debe introducir grandes modificaciones que le impidan entrar en la economía de especulación. Hay que dar prioridad a una idea de banca como servicio público y acabar con las teorías de los bancos financieros de los últimos tiempos. O eso, o dar por acabada la historia del capitalismo. Y os puedo asegurar que esa decisión también se puede tomar en las urnas por mucho que los medios de comunicación tradicionales digan lo contrario.
Con la crisis ha sido mucho más fácil meternos toda clase de miedos en el cuerpo, pero tenemos que quitarnos esos miedos y saber que si nos han metido todo ese miedo es porque saben que aún podemos hacer algo para cambiar lo que está mal, pero que a ellos les va tan bien.
La crisis empezó en 2007, pero no fue reconocida como tal hasta 2009. Han pasado 7 años y la cosa no parece mejorar con las medidas que están tomando. Sin duda podemos concluir que se han equivocado ¿No es hora de rectificar y tomar las medidas que la lógica nos aconseja?
¿De verdad es usted de los que cree que medidas que abaratan el despido producen empleo? Pues perdone que le diga que ya ha tenido suficiente tiempo para caerse del burro y reconocer que no es así, porque facilitar el despido, en el mejor de los casos, solo sirve para bajar los sueldos y, en estos momentos, ya son demasiados los trabajadores que no pueden cubrir sus gastos más elementales.
Esta es la crisis y así se la hemos contado. Sobre lo que toca hacer ahora es usted el que debe decidir. Y por decidir me refiero a que ya no puede esconderse más. Ya basta de minorías silenciosas a las que, los cuatro desgraciados que nos mantienen con el pie en la cabeza, usan como excusa.


martes, 7 de enero de 2014

DISCURSO (4 de 7)





Y ahora vamos a hablar de Independencia. Pero no vamos a hablar de nacionalismo. De hecho vamos a hablar de la Independencia de Catalunya y lo vamos a hacer en castellano para rebatir el miedo, las mentiras y los intereses creados a cada uno de ambos lados de esa idea.
Seguramente tendríamos que volver a repetir aquí lo de los falsos amigos que te meten ideas en la cabeza que no son verdad, sentimientos de euforia y sentimientos negativos, según sea el color del cristal que nos hable.
Yo aquí os recordaría una frase de José Luis Sampedro: “Nos gobiernan a través del miedo”.
Y otra que creo que es de Saramago (no estoy seguro): “Si te empeñas en creer en aquello que no puedes ver terminarás por no ver lo que tienes delante de tus ojos”.
¿Por qué estas dos citas?
Siguiendo con el tema de los medios de comunicación, nos han enseñado a creer en falsas realidades y, mediante el uso del miedo, intentan orientar nuestras decisiones de forma que no seamos conscientes de esa realidad que hay ante nosotros y que vemos y tocamos cada día.
También, unos y otros nos sacuden trapos delante de nuestros ojos para que embistamos a lo Miura.
¡Vamos a relajarnos!
A los señores que pretenden meternos miedo para que no apoyemos el proceso independentista, podemos decirles que, si su objetivo era meternos miedo, lo han conseguido. Ahora les tenemos miedo, mucho miedo. Les tenemos tanto miedo que no podemos permitir que salga el “no” por ese miedo que les tenemos, ya que somos concientes de que están esperando el momento de la revancha. Si saliese “no”, esos que tanto nos asustan, se aprovecharían para hundir en la miseria a Catalunya y a los catalanes (ojo que por catalanes tendremos que contemplar a todos los que viven en Catalunya). Las represalias, sin duda, serían terroríficas.
Los señores del miedo nos han ayudado a entender que junto ellos solo eso podemos esperar una cosa: MIEDO.

Pero no todos los peligros vienen del mismo sitio. Porque la verdad es que Catalunya es sitio de paso y sitio de acogida desde hace mucho tiempo. Y si los judíos cuentan de si el chiste aquel que dice que 3 judíos podrían fundar 7 partidos políticos. Los catalanes podrían aplicárselo también.
Para entender el chiste solo tienen que contar el número de combinaciones diferentes que pueden existir entre 3 individuos diferentes, con 1, 2 o los 3 individuos.
Cuando los catalanes salen a la calle a manifestarse en favor de la Independencia, no lo hacen con la misma idea de esta. El 11 de septiembre de 2012 se vieron banderas de todas las comunidades autonómicas, pero especialmente vascas, también hubo británicas, escocesas, de Quebec, Lituania, Grecia, corsas, occitanas... incluso de Egipto y Túnez... Hasta españolas republicanas. Seguramente hubo más que no vi o no recuerdo. Pero lo que más sorprendía eran las propias banderas catalanas. Muy pocas eran las tradicionales de las 4 barras, porque en las dos últimas décadas se ha ligado el independentismo a las banderas esteladas. La principal bandera estelada es la del triángulo azul y la estrella blanca, también conocida como del Estat Català y que se hizo famosa el 14 de abril de 1931 cuando Macià la colgó en el balcón del Palau de la Generalitat. La otra bandera predominante era la del triángulo amarillo con la estrella en rojo, propia de los movimientos catalanistas de izquierdas de los años 50 y después adoptada por el BEAN. Pero después había una gran cantidad de esteladas que habían modificado alguno de los colores de las otras 2 para dar una visión más personal de lo que significaba la independencia de Catalunya.
Aquel día vimos a socialistas que querían hacer ver que eran independentistas y no lo eran a un tiempo (más o menos como los de CiU), grupos ultraindependentistas, independentistas familiares, independentistas anarquistas, comunistas y hasta de un socialismo diferente al del PSC. También había independentistas ultracatólicos que aprovechaban para reivindicar una Catalunya antiabortista y religiosa, y a solo unos metros de las independentistas feministas y el movimiento independentista gay. Los había con alpargatas, con corbata, con camisetas y tejanos, con túnicas púrpuras... Todos, a pesar de las interpretaciones de unos pocos, pedían un Estado propio. Pero lo que variaba, y mucho, era la forma de entender ese Estado.
Sí, como ya habréis intuido, el verdadero gran peligro, y el que verdaderamente da miedo del proceso independentista, es esa falta de cohesión tan típica de las izquierdas en España. Y si las luchas intestinas empiezan antes de lograr el objetivo de la Independencia, sufriremos dos veces las represalias de los portavoces del miedo.

Catalunya fue, es y será, un territorio de trabajadores. De personas que han llegado de todos los rincones y han aceptado un nuevo modo de vida, una nueva cultura, con un único fin: tirar para adelante.
Porque todos sabemos que siempre se guarda un cariño especial por el terruño que te vio nacer, pero en último término, uno es del lugar que te da la oportunidad de ser tú mismo y te da de comer. Por eso, la mayoría de nosotros, conscientemente y en castellano, defendemos la cultura catalana. Aunque no dudo que ya los hay que la defienden en árabe, bantú, soahili, inglés, francés, bereber... y, como no: gallego, euskera...
No se dejen engañar... por los falsos amigos. El castellano nunca estuvo en peligro. Aunque, claro, ya no podemos garantizar que, después de independizarse, en Catalunya el castellano se vaya a ir abandonando poco a poco. Aunque eso es algo que dependerá, y mucho, de los intereses económicos. Porque si existiera la posibilidad de una buena relación entre España y Catalunya, eso no sería totalmente así. De todas formas, aún en el peor de los casos, el castellano no perdería de golpe su importancia en Catalunya, porque, como dijo en su momento el President Pascual Maragall, “el castellà també forma part de la nostra cultura”. Sí, puede que sea una lengua impuesta, pero muchos episodios de nuestra historia y cultura se han escrito en esa lengua, así que, aunque deje de ser la lengua oficial de este nuevo país, seguirá muy presente. No en vano, y a pesar de la llamada inmersión lingüística catalana, que tanto pánico ha creado en los medios de comunicación “españolistas”, el nivel de la lengua castellana de nuestros estudiantes, es superior al de los de muchas comunidades donde toda la enseñanza se hace en castellano.
De todas formas, si algún día nos independizamos, la nueva Catalunya será tal y como queramos que sea, porque cada ciudadano cuenta. Y, como esto será una democracia o no será, si el que gobierna una vez no nos gusta, a la siguiente vez votaremos a otro. Aso sí, debemos procurar, desde el primer momento, que la voluntad del pueblo se respete y procurar que esa nueva democracia no nazca con los defectos de la que en España ha muerto. Pidamos una democracia real donde la ley electoral permita una representación fiel de la voluntad del pueblo. Y también procuremos que exista una ley que ligue a los diferentes partidos con sus programas electorales hasta el punto de que si quieren modificar cualquiera de sus puntos lo hagan mediante un referéndum.
Yo, desde aquí, pido, ante todo, una democracia real. Y si esa democracia real no la vamos a poder tener en España, porque hace tiempo que, de tanto corromperse, dejó de respetar a las naciones que la componen, tendremos esa democracia fuera de ella.
Desde aquí pido que en la nueva Catalunya que ha de venir, cada voto cuente y cada ciudadano importe, pues solo mediante el respeto a cada uno de sus individuos, este pequeño país puede salir adelante.


lunes, 6 de enero de 2014

DISCURSO (3 de 7)



Los medios de comunicación intentan controlar nuestras vidas y a un tiempo decirnos qué es lo que tenemos que consumir. Más aún, a qué tenemos que dedicar nuestros desnutridos presupuestos.
Cuando apareció la TDT nos dijeron que nuestra TV iba a sufrir un gran y maravilloso cambio. Y al principio parecía que así sería. Sobre todo durante aquel tiempo en que pudimos ver hasta 6 partidos de fútbol por semana y en abierto.
Fue un maravilloso cambio para los que nos gusta el fútbol. Pero eso no duró, y hoy si quieres ver fútbol debes aflojar la mosca.
Yo ya no veo más que los resúmenes... y a veces.
¿Por qué tendría que tragarme, pues, sus programas bazofia y toda la retahíla de anuncios con los que se financian?

Las grandes cadenas son, a un tiempo, las fábricas de opinión más perfectas que existen. Nos colocan a un grupo de contertulios a hablar de un tema y la gente, que acostumbra a no informarse, acepta los argumentos expuestos como los únicos existentes y las palabras de las voces más afines como verdades absolutas.
Después hay un montón de pequeñas emisoras donde se sube el grito y se sesga el discurso para, dentro de una parroquia menor, liderar ejércitos de zombies.
Así, cuando uno se libra de todas esas cadenas y mira, por encima de ese plano, la realidad de nuestro país, se sorprende de ese eterno bipartidismo en las urnas que está totalmente injustificado en las hazañas de nuestros gobernantes.
Está claro que alguien se ha tomado muchas molestias y ha gastado ingentes cantidades de dinero para llevarnos a la situación en que estamos. Es decir, alguien tiene que estar ganando mucho con nuestra miseria, porque de otro modo no tendrían sentido esos esfuerzos.
Por eso tenemos que desconfiar y poner en cuestión cuanto sale de la TV y, en general, de los medios de comunicación. Poco importa la supuesta orientación de esos medios.
Para esas personas en que su mejor amistad es la televisión, tiene que ser muy difícil aceptar que su mejor amigo resulta ser un mentiroso compulsivo y que en raras ocasiones lo hace para favorecerles a ellos. Es más, la televisión intenta perturbar sus puntos de vista para obtener su apoyo en cuestiones posiblemente muy poco razonables e incluso faltas de toda ética.
Igual que muchos ciudadanos confiaron en los directores de sus agencias bancarias, como si fuesen realmente sus amigos, y se dejaron engañar para adquirir las famosas “Preferentes”, la televisión es otro de esos falsos amigos en que, al confiar en él, terminas saliendo perjudicado y además perjudicas a cuantos te rodean.
Pero ya se sabe que, donde muchos salen perjudicados, unos pocos salen muy beneficiados... y encima todo eso es legal.

Y ahora, sobre todo cuando vaya a votar, o no vaya a hacerlo, piense hasta que punto está mediatizado por esos falsos amigos, que lejos de dar la cara, le hablan desde el otro lado de un cristal.

domingo, 5 de enero de 2014

DISCURSO (2 de 7)




En las películas ambientadas en la antigua Inglaterra, cuando un rey moría y se coronaba en la siguiente escena al nuevo rey, se decía aquella frase: “El rey ha muerto, viva el rey”. No decían “viva el nuevo rey”, se daba por supuesto que, si el primero había muerto, el que vivía era el que había sido coronado a continuación.

Está claro que España no es como esa Inglaterra del cine. Aquí cuando murió Franco, aún se tardó un par de días en coronar a Juan Carlos como rey. Así entre el “Franco ha Muerto” y “¡Viva el rey!”, pasaron varias escenas... casi las suficientes como para distinguir claramente a quién sucedía el nuevo monarca y en qué condiciones.

Ahora ya no sabemos si la democracia ha muerto o si nació muerta, como llevan  muchos diciendo también desde hace mucho tiempo, pero a los que nos ha costado demasiado escucharles.
Pero si la democracia ha muerto, ¿qué leches votamos cada cuatro años? ¿Y cada vez que hay elecciones municipales o autonómicas?... De las elecciones europeas ya no voy a decir nada, porque por mucha influencia que al final tenga la UE sobre nuestras vidas, es algo que vemos tan remoto que nuestro voto siempre pareció algo... diminuto. Digamos que nuestra percepción de lo que es democrático, o no, se diluye en función de la importancia que tenga nuestro voto.
Europa es vieja y es sabia. Europa no nos esconde nuestra insignificancia y el pobre valor de nuestros votos en una urna. Pero España todavía nos engaña diciendo que ese voto forma parte de la llamada democracia. Sin embargo, qué valor tiene un voto cuando el programa electoral, de quien venció por mayoría absoluta, se incumple punto por punto.
Solo hay dos conclusiones posibles: o es un fraude o no existe democracia. Pero todo fraude, como delito que es (o debería de ser) tiene que tener un castigo y una rectificación, y aquí no la hay; así que, al final solo hay una conclusión posible: NO EXISTE LA DEMOCRACIA.
Ahora la cuestión es definir cuándo murió la democracia o si llegó alguna vez a nacer. Pero esa respuesta ya tuvimos que haberla conocido en aquellas escenas perdidas entre el “Franco ha muerto” y “¡Viva España y viva el rey!”.
Tres años después, un 6 de diciembre... Un día en que, como decían los entrañables Tip y Coll, hacía mucho frío, pero no nevaba... No, ululaba ¿Y cómo ululaba?
Uuuuuuuuuuuuh uuuuuuuhhh
Ese día nos creímos una nueva Constitución, una nueva esperanza, pero hoy nos preguntamos si fue aquel un bebé robado sobre el que nos vendieron la ilusión de creer que era nuestro o, tal vez, simplemente la democracia nació muerta y alimentamos, sin querer, al bebé del vecino.
También es posible que aquello fuese de verdad, pero con el tiempo, los que tenían que dar paso al futuro no quisieron soltar las riendas y nos hemos estrellado en la primera gran crisis que se nos ha echado encima.


Sea como fuere, la cruel realidad es que vivimos en un país sin democracia. Y lo peor de todo no es eso, sino que hay una gran cantidad de ciudadanos que desconocen el significado de esa palabra... y, gracias a ellos, se perpetúa esa circunstancia.

sábado, 4 de enero de 2014

EL DISCURSO (1 de 7)


¿Por qué existen personas que entran en política?
Bueno, pues supongo que la mayoría pensarán que esa es una buena forma de servir al país, al pueblo, a sus vecinos y ciudadanos, a unos ideales... Aunque muchos contemplan la política como el camino correcto para satisfacer sus ansias de poder. Y sin embargo, estos no son los peores.
¿Ya nadie se acuerda de aquellas declaraciones de Zaplana  en que dijo que él estaba en política para ganar dinero?
Y que conste que no hablo de corrupción, eso es algo que voy a intentar no hacer en este discurso. Porque hay muchas formas erróneas de hacer política sin ser necesariamente un corrupto.

Todos sabemos que, de políticos, los hay buenos y malos (como de todo), pero en un sistema alejado de las personas de la calle, todos, tarde o temprano, pierden la perspectiva. Y al final, casi bien todos, salvo los que llegaron nuevos, solo saben de su pueblo (ese que aparece sobre el papel y escrito en la parte más olvidada de las constituciones como el soberano)... solo saben de ese pueblo lo que las estadísticas de turno les dicen que es correcto decir para ganarse su voto. Y hasta en eso se equivocan.

Al final, no votamos al mejor, sino al que creemos, con tan poca perspectiva como ellos, menos malo. Y... hasta en eso nos equivocamos.

Por todo eso, yo, no estoy ligado a ningún partido político; porque no quiero estar sentenciado a la decepción de un sistema creado para hacer del voto un juego de azar donde el primer premio que la banca ha retirado es el de la democracia.


(Entre dientes): Y cuando digo banca no me refiero a la del casino.

viernes, 3 de enero de 2014

Justicia: minuto y resultado









Entre 1997 y 1999 tuvo lugar un juicio donde un juez de Lérida exoneró a un violador porque la victima llevaba una minifalda que permitía verle las bragas. La repulsa social no se hizo esperar, pero la sentencia que dejaba libre al violador ya era firme y con el actual código penal ya no se pudo hacer nada. La segunda parte ya no sé si es producto de la fantasía ciudadana a la que le encanta la justicia divina o contiene algo de verdad. La cuestión es que se dice que, un par de años más tarde, ese mismo violador violó a una sobrina, de 12 años, de ese juez.
Por lo general, eso de la justicia divina no existe, de todas formas yo no veo la divinidad por ninguna parte. Podría entenderlo si hubiese violado al propio juez, pero una inocente niña de 12 años no creo que sea el justo castigo para un juez machista hasta límites dañinos.
Todo esto viene a cuenta de poder ilustrar lo que piensa una parte de nuestra sociedad, que sin ser importante en número, si lo es respecto a los cargos que ostenta. Que personas perniciosamente machistas, o arcaicamente mediatizadas por idearios psudoreligiosos, como el del Opus Dei,  ocupen cargos de importancia en nuestra sociedad, es muy peligroso.
Las principales protestas contra este juez se preguntaban si por el hecho de que una mujer fuese vestida de forma muy provocativa o incluso desnuda por la calle, ya daba derecho a cualquiera para violarla, porque en la ley no aparecía ese punto por ningún sitio. Estaba claro que aquel juez se había saltado la legalidad a la torera, pero es que además se había vengado, con aquella sentencia, de todo el sexo femenino, por vaya usted a saber qué.
Y quien habla de la inquina de este juez, igualmente puede hacerlo de la arbitrariedad sectaria del actual ministro de justicia y su absolutamente medieval reforma de la ley del aborto.
Reza la Constitución española en su preámbulo que la Nación Española tiene la voluntad de “Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular”, pero no parece que la voluntad popular apruebe un ideario legal que se aproxime siquiera al creado por el PP en los últimos tiempos, pero mucho menos esa reforma del ministro Gallardón. Si aún existen dudas sobre esa realidad, solo hay que consultar las expresiones de las Redes Sociales o las que la ciudadanía ha llevado a la calle desde el primer momento en que se formuló esa aberración propia de la secta religiosa del Opus Dei.
Pero si el mismo preámbulo de la constitución ya deja en fuera de juego esta y otras leyes del gobierno del PP, cómo es posible que el TC no actúe contra ellas.
El problema básico de este país es que tenemos una Constitución que se interpreta literalmente cuando les conviene a un grupo de personas que se han parapetado tras las puertas del Tribunal Constitucional y se obvia cuando ese mismo grupo no está interesado. De este modo, la secta proselitista del Opus Dei, ha colocado a sus miembros en lugares de poder y ejerce este con total despotismo, lo que convierte, a final de cuentas, a la Constitución, en un papel mojado, y al Estado en un mal simulacro de democracia. Así, pues, por culpa de este sectarismo, la Constitución pierde su valor legal y, por extensión todas las figuras y letras jurídicas del Estado. De este modo, la aplicación de toda ley, en lugar de por imperativo legal, se está aplicando por imperativo de la ley, pasando la afirmación constitucional sobre la creación de un estado bajo el imperio de la ley a estar bajo un imperio de la fuerza bruta o policial.
El proselitismo, la corrupción y las interferencias entre poderes, terminan dando como resultado la supresión real de la democracia y de su espíritu, pero dejando, a un tiempo, al Estado como carente de toda legitimidad.
En base a estos principios, dentro de un estado marcadamente plurinacional, cualquiera de las naciones sometidas a ese engaño, tiene la total legitimidad para emprender las acciones que considere necesarias para separar su camino del de ese otro Estado Fallido.