domingo, 2 de junio de 2013

Pragmatismo de derechas, idealismo de izquierdas.


Siempre decimos que las derechas se diferencian menos entre sí que las izquierdas… ¿De verdad? Yo no creo que tengan tanto en común un neocon, un fanático ultracatólico, un patriotero franquista, un arribista, un monárquico, un populista centralista, un neoliberal o un burgués tradicional periférico… y sin embargo todos ellos caben en un solo partido o en partidos dispuestos a pactar en los momentos más absurdos.
Ya nadie se acuerda que en 1996 Aznar, un populista centralista procedente del neofranquismo, pudo ser presidente gracias al apoyo de PNV y CiU, partidos de la burguesía periférica a los que el primero acusaba de nacionalistas. Pronto se olvidaron de aquellas consignas gritadas de “Pujol, cabrón, habla español”. Tras el pacto el líder catalán se mostró satisfecho con la colaboración del líder popular y este llegó a decir que “hablaba catalán en la intimidad”. Supongo que con ese acento tejano que le es tan natural.
¿De verdad se imaginan a Cayo Lara pactando con Jorqueras para gobernar España? Puede que me equivoque, pero estoy convencido de que, incluso en Catalunya, ICV-EUA (los socios catalanes de Cayo Lara), mantienen unas enormes diferencias con ERC o las CUP. Veo difícil que en unas elecciones nacionales se presentaran juntos. Sin embargo todos están de acuerdo de que los ciudadanos son lo primero y que, si los catalanes desean un referéndum por la independencia, lo más democrático es que lo tengan (lo que luego defiendan en ese referéndum creo que es lo de menos). Pequeñas sutilezas en el camino a tomar hacen imposible esa coalición.
De hecho la culminación de esa postura tiene un ejemplo muy notable en la escisión sufrida hace ya algunos años en ERC cuando Àngel Colom, exsecreatrio general, decidió partir y crear el PI junto a la también disidente Pilar Rahola. Claro que alguien podría hablar de mero personalismo en esta iniciativa. Pero en la escisión más reciente que termino con la creación de los partidos paralelos Solidaritat y Agrupació, el personalismo era lo de menos porque sus programas, aunque similares, daban mucha importancia a las sutilezas que los separaban. Pero el ejemplo no acaba aquí, sino que, antes de las pasadas elecciones, los tres partidos se reunión para llegar a un acuerdo que les permitiese presentarse a las elecciones en conjunto y no perder fuerza. Fue un desastre, las sutilezas se habían tornado insalvables. Es más, algunos miembros de Agrupació, en el colmo del absurdo, decidieron que no se presentarían a las elecciones, pero que propondrían a su electorado que votasen a CiU, un partido de derechas, antes que a ERC o Solidaritat. Así que, a pesar de todo, lo que pareció un triunfo de ERC, resulta que muchos de los votos que podían entrar dentro de su espectro, se perdieron en una Solidaritat que no obtuvo representación e incluso en una CiU que ni siquiera defiende los mismos valores.
Así pues, tenemos que concluir que si bien las derechas tienen unos fines muy diferentes, son capaces de pactar en un camino común a sabiendas que, tarde o temprano, ese pragmatismo pactista eliminará a las izquierdas de su camino. En cambio la izquierdas, que tienen como objetivo común a los ciudadanos, son incapaces de ponerse de acuerdo en ese camino y no son capaces de formar un frente común.
Por si todo esto no fuese suficiente, algunos miembros de las izquierdas, para lograr mayor representación, han aceptado parte de los caminos de la derecha y se han derechizado más de lo admisible. Tal es el caso del PSOE y, sobre todo, de UPyD a quien muchos ya denominan, no sin razón,  la marca blanca de Falange.
La última vez que en Europa tomaron conciencia las izquierdas y se unieron en el Frente Popular, el mundo cambió. Por desgracia lo hicieron para oponerse a un rival demasiado poderoso: el fascismo. La batalla solo concluyó cuando se logró separar a las derechas mundiales más moderadas, y entre estas y la izquierda, lograron vencer, en una Guerra Mundial, al fascismo. Pero nuestro país no tuvo tanta suerte. Aquí el país se perpetuó durante cuarenta años y no dejó el poder hasta haberse asegurado de dejar muchos (demasiados) cabos atados y que, ahora, nos impiden progresar.
Si queremos que esto cambie no nos queda otra solución que recuperar aquel espíritu de unidad que trajo el Frente Popular, pero en esta ocasión tendremos que prescindir de la fuerza que entonces fue su pegamento: el PSOE. Y es que los socialistas de hoy no son más que una caricatura de lo que fueron y están muertos en una fosa de corrupta burguesía que los hace más similares a la derecha de lo que ellos mismos son capaces de reconocer mirándose al espejo. Figuras como Navarro o Talegón, fuentes de sana autocrítica, solo hacen que mostrar al mundo hasta qué punto se ha desviado el PSOE de su camino.
Finalmente hay que hablar de una enorme cantidad de izquierdistas, que desilusionados con lo aberrante del actual sistema, han decidido no ir a votar nunca más. Estos, sin quererlo, son el mejor arma de las derechas contra la ciudadanía. Porque no tenemos que olvidar que el principio de las derechas no es el ciudadano, sino el yo y lo mío.


Imagen tomada de http://ordorenascendi.blogspot.com