Como estado plurinacional, la España de las
autonomías se construyó en base a su propia autoincomprensión. Pretender que Extremadura,
La Rioja, Madrid o las dos Castillas, entiendan o se equivalgan a los
territorios Gallegos, Vascos o Catalanes, resulta a un tiempo absurdo y
perverso, ya que vacía de contenidos los verdaderos significados constitucionales
de nacionalidad y cultura de esos territorios.
Es obvio que no se pueden pedir peras al olmo
y dejar en manos de una nación el futuro de otras. Sin embargo, la España de
las autonomías ha creado un falso estado federal donde la nación castellana se
ha hecho dueña de los destinos de todas las demás naciones de España, apropiándose
de ese nombre para sí.
Cuando leo en la Carta para los Derechos
Humanos de la ONU que “todo hombre tiene derecho a una nacionalidad”, miro con
tristeza mi pasaporte español. No porque tenga algo contra España, sino por la
decepción que esta me ha producido. Quisiera ser español, pero solo lo soy de
nacionalidad oficial, porque ser español hoy quiere decir ser castellano y yo,
a pesar de que esa es mi lengua más que ninguna otra (cosas de la educación “españolizadora”
del franquismo), no soy castellano. Si tengo derecho a una nacionalidad, ¿por
qué no puede ser la catalana?
Sé que a alguien de Madrid, Cáceres o incluso
Zaragoza, esto le pueda parecer absurdo porque identifican español y castellano
sin problemas y creen que lo catalán, vasco o gallego no merece valor alguno;
pero sé que tampoco ninguno de ellos es capaz de imaginarse la situación al
revés. Y la prueba es que nunca se ha permitido a ningún político catalán,
vasco o gallego (de verdad, Rajoy no vale) dirigir el gobierno democrático (lo
más cercano fue la vicepresidencia de Serra que era un catalán moderado bajo la
presidencia de un líder carismático castellano-andaluz), en cambio hemos vivido
bajo el dominio de dos talibanes de la castellanidad como Aznar y Rajoy (el
último posiblemente no sea ese talibán, pero sí su equipo de gobierno que, ante
su falta de liderazgo, aún ha resultado más nocivo para la España plurinacional,
que intentaba dibujarse en la Constitución original del 78, que el propio
Aznar).
El factor cultural, y la falta de respeto que
la España castellana ha mostrado siempre a él, son la primera gran barrera.
Mientras el Estado Central malgasta sin compasión millones de euros en una
cultura llena de Fiestas Nacionales e Institutos Cervantes para apoyar una cultura
que nunca peligró, mientras, más que cicatear a las CC.AA. que procesan
culturas diferentes, trata de asfixiarlas en lo que constituiría un clarísimo
Genocidio Cultural. Y es que precisamente ese Estado Central que en su día se
comprometió a divulgar la cultura de todos para reducir esas diferencias, ha
terminado convirtiéndose en un elemento de castellanización poco objetivo, que
lejos de buscar la comprensión y la tolerancia entre los pueblos de España, ha
abusado de espolear a los unos contra los otros. Así que no es raro que un
extremeño, con todo el desconocimiento que la miseria de sus líderes le han
inculcado, habla de los catalanes con la mayor ponzoña de que es
capaz sin haberse preocupado de confirmar toda esa información que le llega de
un solo tipo de fuentes. Igualmente, en el otro lado, no faltará el catalán que
verá en ese mismo pueblo extremeño a un insaciable vampiro que en lugar de
agradecer sus sacrificios aún anhela chuparle las últimas gotas de sangre que
le quedan en sus venas. Pero por una extraña razón esos temas económicos
siempre se manifiestan con una repudia de sus respectivas culturas que se
tachan de simple ignorancia.
A esto, al señor extremeño solo puedo decirle
una cosa. Si tan terrible es la cultura catalana y tan nocivos económicamente
son los catalanes para su Extremadura natal, ¿qué interés ofrece forzar a
Catalunya a seguir perteneciendo a España… su España?
Está claro que es una pregunta retórica porque
solo expresa una contradicción creada por una pandilla de generadores de odio
con el fin de cambiarlo por votos y que les ha funcionado muy bien. Es una
pregunta que solo puede ser retórica ya que todas la respuestas posibles solo
aportan nuevas contradicciones.
Sin alejarnos demasiado de la idea cultural,
está el factor histórico. Sé que creerán que ahora les hablaré de 1714 y Els
Segadors, pero se equivocan. No hace falta ir tan lejos, porque las desproporcionadas
medidas catalanofóbicas de las dictaduras de Primo de Rivera y Franco, son
suficiente bagaje histórico y razón más que suficiente, por sus aspectos de
represión nunca compensada por la España “Democrática”, como para pedir la
Independencia. España, en la historia reciente, ha sido una mala madre para los
catalanes, no es de extrañar que ese hijo quiera volar lejos de la casa
paterna. La cuestión ahora es ver si Catalunya es mayor de edad para decidir o
deberá recurrirse a unos asuntos sociales internacionales para separar al
vástago de unos padres que solo le han reportado malos tratos.
Mientras todo esto sucede cuesta entender que
esos padres, lejos de frenar esos insultos y malos tratos contra su hijo, siguen
en la misma línea dañina y sin reconocer lo mucho que ese hijo le ha dado a
pesar de la poca correspondencia paternal.
La crisis del País Valencia, el LAPAO, la ley
Wert, los toros, las declaraciones de Arenas, Bono, la carta de algunos intelectuales
castellanos que pretendían hablar en nombres de los catalanes (algunos
supuestamente progresistas), los continuos ataques de la prensa (en especial
ABC, El Mundo, La Razón y La Gaceta), la inversión del CNI para desprestigiar a
líderes catalanes (ya nunca sabremos si la trama de los Pujol tiene algo de
realidad o es solo el fruto de las
acciones corruptas del Estado Central), los ataques gratuitos hacia los
representantes del pueblo catalán… y podríamos seguir mostrando agravios,
posiblemente cada vez más anecdóticos, pero que siempre dañan el corazón de los
catalanes alejándolos de España.
Porque señores, no es que Catalunya se
independice, sino que los catalanes sienten que España no los quiere. Y no los
quiere porque si así fuera los querría tal y como son, sin “españolizar”,
sobre todo cuando la palabra españolizar realmente quiere decir castellanizar,
porque fuera de los Països Catalans no se entiende de otra forma. Y sí, este es
otro agravio, el que el PP castellanizante de Valencia, ha hecho prohibiendo la
denominación de País Valenciano o Païs Valencià. Y lo que es peor, contra la
mayoría de los habitantes de su comunidad.
La España castellana ha confundido igualdad
con homogeneidad… y eso sí que no. Catalunya ha dicho: NÚNCA MÁS.
Con lo fácil que hubiese sido una
reconciliación, pero me temo que a final de cuentas a los políticos de uno y
otro lado les ha podido la ceguera e incluso la avaricia. Sin embargo, la tan
cacareada denominación de “peseteros” que han puesto de sambenito a los
catalanes, resulta que es una característica mayor de la España castellana (y
castellanizante).
Imagen tomada de www.granma.co.cu