domingo, 27 de enero de 2013

Opacidad presupuestaria



Generalmente la opacidad de las cifras de los flujos económicos que maneja la administración central resulta insoportable. A pesar de las numerosas demandas de las administraciones autonómicas y de la UE, la transparencia en las cuentas de los sucesivos gobiernos de Madrid, son una mera promesa que se incumple año sí, año también. Es por ello que todos los estudios de cuentas medianamente fiables sobre lo que es el agujero negro de los Ministerios centrales, se debe elaborar partiendo de los flujos de entrada y salida elaborados por las administraciones locales y autonómicas, y solo en los casos donde exista una relativa transparencia ya que, de una forma supuestamente deliberada, también hay CC.AA. cuyo manejo del dinero emula la opacidad de la administración central. Esta ya sería, por sí solo, una razón definitiva para no permitir que Madrid controlara los recursos de los españoles, porque el gran drama de la España de las Autonomías ha sido, sin duda, no ser capaces de deshacernos del lastre centralizador. Las duplicidades y oscurantismo de los gobiernos centrales son la fuente de unas corruptelas que después, como una metástasis cancerosa, se extiende por todas sus ramificaciones para tumorizar gravemente a las corporaciones locales y autonómicas de todo el país.
En un país como el nuestro, donde se dio vida a un proceso autonómico esperanzador, la existencia de los gobiernos civiles y las diputaciones provinciales, solo han servido para minar esas autonomías y aumentar formidablemente el gasto del conjunto. Las propias CC.AA. debían haber asumido todas las competencias de esas instituciones, ahorrando millones a la administración. Así mismo, para mantener la coordinación, el Senado debió haberse convertido en una cámara de coordinación de esas autonomías.
Por su parte, los ministerios centrales debieron transferir la mayoría de sus funciones para un control local mucho más eficaz, manteniendo la centralización solo a un nivel de coordinación inter-autonómico y reduciendo al mínimo sus onerosas estructuras para un mayor ahorro y eficacia administrativa.
Desgraciadamente, la opacidad, combinada con la alegría contagiosa de algunas comunidades a la hora de hacer sus cuentas, ha llevado a estados de déficit presupuestario insostenibles. No es, sin embargo, el tema de este artículo las alegrías presupuestarias, menos aún sabiendo que cada vez que se tratan hay quien se siente ofendido sin que, a mi modo de ver, existan razones para ello.
Como hemos dicho, ante la opacidad de las cuentas centrales, solo podemos permitirnos un análisis a trvés de las cuentas locales e intentar hacer justificaciones, extrapolaciones y aproximaciones de lo que pasa en el interior de ese agujero negro que habita en Madrid.
La Generalitat de Catalunya llevó a cabo un estudio en 2001 (con el gobierno Aznar en Madrid y el de Pujol en Barcelona) donde se demostraba que, por flujos monetarios, el déficit presupuestario para con Catalunya suponía una cifra similar al 9,2% de su PIB (http://independencia-catalunya.com/Estudio%20Generalitat.pdf). Eran “buenos tiempos” para la macroeconomía de cifras, y tanto el PIB, como los ingresos por impuestos, gozaban de una salud excelente. Con todo, un diferencial del 9,2% era algo inaudito en cualquier lugar de Europa donde el mayor diferencial de una región (incluso en sistemas mucho más centralizados) no superaba el 3% (el 6%, de forma excepcional, se mantuvo durante 15 años y solo en algunas de las más ricas regiones de Alemania Occidental, para compensar el atraso de la parte Oriental, tras la reunificación alemana).
Las promesas de transparencia presupuestaria del gobierno Aznar tampoco faltaron entonces, pero entre tanto objetaron contra el resultado de estas cuentas. El gobierno central afirmaba poseer un superávit presupuestario que era referencial y que debía ser aplicado como una neutralización de estas cuentas, dando por supuesto que lo que al final aportaba Catalunya era una cantidad inferior (todo y que ese dinero no volvía a su origen, ni volvió nunca; casi 2.100 millones de euros perdidos en la administración central en un solo año); de este modo el déficit se reducía a un 7,5%, que visto desde el punto de vista del benefició, el gobierno Aznar lograba reducirlo a una cifra (totalmente artificiosa) del 6,1%. Que teniendo en cuenta que esos eran los buenos tiempos que siempre nos ha vendido el PP, aún puede considerarse como una cifra escandalosa y perfectamente entendible como de total expolio a Catalunya... y eso que, como hemos visto, la cifra real aún es mucho más aberrante.
Finalmente, aquel estudio de la Generalitat, aún aceptando las objeciones del gobierno central, determinó que la balanza fiscal de Catalunya con la administración central en una media entre 1986 y 2001, en tanto por ciento sobre el PIB y flujo monetario, con aceptación de las neutralizaciones del gobierno central, se establecía en el 7,6%. Eran 15 años de continuada transgresión presupuestaria (más .
Pero estamos hablando de 2001 y no contamos con cifras posteriores. Seguramente hay análisis más modernos (de hecho tenemos constancia de uno realizado por “La Caixa” en 2004, pero no hemos podido acceder a él), pero lo que importa es que, a pesar de as promesas, las peticiones y la insistencia de la UE, las cifras de Madrid siguen manifestando niveles similares de opacidad, con el agravante de que puntualmente se permiten realzar afirmaciones negando la evidencia sobre la perpetuación del expolio, pero sin aportar las cifras que implicarían un cierto grado de transparencia por el que podíamos empezar a evaluar el grado de eficacia de esa administración central. Administración que, desde el 15M, está totalmente cuestionada habida cuenta el gran número de consejeros y asesores que pululan por ella sin hacer nada, pero cobrando sueldos de escándalo.
Mientras se cuestiona en la calle el trabajo de las administraciones políticas, la crisis también ha dañado todas las fuentes de ingresos del Estado, con más razón las de las autonomías, pero aún es más hiriente el estado de las cuentas de muchos ayuntamientos que vivieron un anormal éxtasis bajo el influjo de la fiebre del ladrillo. Cuando la crisis empezó a mostrar sus primeros signos, las necesidades económicas de las administraciones locales, autonómicas y también centrales, seguían una línea ascendente. Por aquel entonces el Gobierno Central, para evitar el pánico, negó lo que para muchos ya era una evidencia (más en un país donde ya se esperaba el reventón de una burbuja inmobiliaria desmedida, desde hacía al menos cuatro años), también intentó compensar los primeros síntomas aumentando el gasto público. Esta es una política, que, en contra de lo que pueda suponer, yo no cuestiono, es más, valoro positivamente. Lo que sucede es que junto a este aumento del gasto orientado a infraestructuras, debía afinarse mucho en poner freno en los gastos superfluos que la inercia de los superávits presupuestarios había generado. Por ejemplo, era una necesidad limitar el número de asesores y consejeros, evitar informes innecesarios, buscar sinergias y, sobre todo, detectar fisuras económicas difíciles de justificar. Pero nada de esto se hizo y todo el gasto pasó a aumentar la deuda.
Lo peor del caso es que la mayoría de las administraciones también habían adquirido innumerables compromisos que debían ejecutarse y pagarse, pero los ingresos de que dependían ahora decrecían. Algunas de esas administraciones incluso se habían endeudado contando en que los ingresos seguirían la línea de los mejores tiempos y casi ninguna había pretendido compensar parte de aquel gasto con la eliminación de las inercias que las anteriores alegrías habían generado. Digamos que los políticos, en general, han demostrado ser unos pésimos gestores, por ello dar demasiado presupuesto y demasiado poder a algunos de ellos, no parece una idea  muy buena. Y es que eso de los gastos superfluos resulta una idea muy mal entendida por la clase política española, ya que cinco años después, cuando la crisis ya nos ha explotado en las narices, aún vemos como el Gobierno central aplica criterios de “austeridad” para las CC.AA. y la ciudadanía en general, mientras persiste en querer alimentarse con los ismos ingresos de antaño. De hecho ha suspendido las inversiones hacia las CC.AA., ero ha mantenido, e incluso aumentado, la maquinaria de derroche interior amparándose por ese escudo que supone la opacidad de las cuentas centrales.
No es de extrañar que el ciudadano perciba en esta actitud un deje de chulería por parte del Gobierno del PP. Y seguramente, más que una percepción, sea una cortina de humo que “mal disimula” maniobras susceptibles de ser juzgadas como corrupción. Sin embargo, la corrupción puede existir o no, pero de lo que no hay duda alguna, es de que los gastos de la administración central no se justifican y, en cambio, ese mismo gobierno declara a cada uno de los ciudadanos de este país como un ente sospechoso que debe justificar hasta el último miserable céntimo con las palmas de las manos abiertas y los bolsillos vueltos del revés.
Y todo esto mientras las grandes fortunas, los grandes ejecutivos, la banca, la iglesia... aquellos a quienes la ciudadanía, con bastante más objetividad que el gobierno y sus medios de comunicación afines, ya empezó a culpar de esta crisis desde mucho antes de que llegara; se marchan de rositas e incluso se financian a costa del esfuerzo, el sufrimiento y en ocasiones hasta la vida de esos mismos ciudadanos.
No ayuda tampoco ver como, políticos que han terminado su decepcionante paso por las administraciones, ingresan en la empresa privada para ocupar cargos, con jugosos sueldos, para los que no han hecho méritos y mientras cientos, miles de ciudadanos, incluso de esas mismas empresas, salen camino de las oficinas del INEM. Sobre todo cuando se adquiere conciencia de que esos mismos ex políticos ayudaron  a privatizar esas empresas, en lo que ya se considera un expolio, o beneficiaron a sus ejecutivos con viejas políticas poco claras.
Con todo este sarao, si el Gobierno no es culpable de corrupción, seguro que lo es de imbecilidad supina y, está claro que con la que está cayendo aún es peor. Que este gobierno complique el acceso a la justicia, cargue contra las demandas soberanistas de Catalunya y, sobre todo, intente criminalizar cada uno de los movimientos ciudadanos que le señalan, solo consigue avergonzarnos un poco más de está España que le ha dado al PP su patente de corso.

sábado, 12 de enero de 2013

Por un nuevo Frente Popular

Imagen extraída de un vídeo de presentación publicado por la agencia de noticias RT


Ya basta de tanto partido nuevo intentando inflar sus velas y sus bolsillos con el descontento popular.
Desde el 15M muchas son las propuestas que han intentado aglutinar el apenas un decálogo de propuestas unitarias. Después de todo el 15M fue un movimiento heterogéneo que solo podía estar de acuerdo en que la democracia realmente no existía en nuestro país. Dado que a los partidos de centro y de derechas ya les está bien la cosa como está, porque solo se trata de apalancarse en una parte del poder e ir llevándose dinero; solo quedan las izquierdas como una posible respuesta al déficit democrático del Estado español.
El problema de todo esto estriba en que para obtener votos, es necesario llegar a la gente y que esta te conozca. Es decir, necesitas de los medios de comunicación, pero estos, en nuestro país, no solo están dirigidos por el acomodaticio capital que nos ha llevado a la “sindemocracia” actual, sino que no dan libertad de prensa a esos medios. Así que TV, radio y prensa escrita, están en continua campaña electoral y así es muy difícil competir.
Pero todo esto viene de lejos. Desde pequeños ya se nos mete en los biberones las maldades del marxismo, la sangre del stalinismo y eso es el comunismo, el socialismo, los rojos… en algunos casos aún han ido más allá y han vinculado el nacionalsocialismo hitleriano con el socialismo a secas. Curiosamente Hitler tiene más arraigo en ideario del tradicionalismo de cualquier partido de centroderecha, pero nunca nadie nos muestra eso. También desde pequeños nos marcan en los credos católicos (que no cristianos) y nos hablan del “sindios” del anarquismo. Todos los planes de estudios al hablar del anarquismo nos dan tres pinceladas, nos graban a fuego la idea de utopía y se extienden en la figura de Bakunin. Por supuesto, hablar de anarquismo es hablar de la oleada terrorista que a principios del siglo XX azotó Catalunya y culminó con la bomba del Liceo. Y hasta ahí toda la profundización que sobre el tema del anarquismo ofrecerán a nuestros pre púberes, no vayan a buscar literatura y conozcan un ideario, mucho más próximo al liberalismo económico real, que ese neoliberalismo de la Escuela de Chicago que nos imponen cada día. Y finalmente, que saña contra los nacionalismos vascos, catalanes, araneses, andaluces y gallegos. No porque el nacionalismo sea malo, porque nos hacen pintar los colores de la bandera española y nos azuzan el Tanto Monta gordiano como si fuese la verdadera historia de España y eso ya no es nacionalismo. No temen al nacionalismo, temen a que el populacho tenga ideas unitarias, identitarias y progresistas que ellos no puedan controlar. En Catalunya han cargado contra CiU, pero han ninguneado a ERC, Agrupació, Solidaritat y las CUP, en cambio han inundado los medios con un ideario unitarista que haría revolver las tripas de cualquier demócrata auténtico.
Y todo esto son imágenes que se pueden encontrar, incluso, en los libros de texto. Si esa es la españolización, no podemos culpar a Wert más que de intentar radicalizarla, porque la tenemos introducida desde los tiempos de Primo de Rivera y donde la Segunda República apenas empezaba a hacer limpieza cuando fue vilmente suplantada… Eso tampoco se puede leer en los libros de texto.
Aún recuerdo, estudiando historia, un pasaje de un libro donde, más o menos literalmente, se decía “el vil asesinato de Calvo Sotelo a manos de guardias de asalto republicanos, fue la gota que colmó el vaso y desembocó en el levantamiento Nacional”. En plenos años 80, alguien como yo no podía conformarse con un solo libro, y menos sin alguna documentación que lo sostuviera. Tardé dos años y aunque la verdad nunca llegará a conocerse del todo, sé que ese párrafo estaba mucho más errado que simplemente en los incisivos adjetivos. Había en el texto una inquina brutal, pero sobre todo unas enormes ganas de influir decisivamente en la orientación emocional del lector. De hecho, en párrafos anteriores, sin ninguna necesidad, mostraba al personaje como un santo barón muy alejado de la realidad que luego descubrí respecto a un personaje responsable de muchos de los males del país.
Si queremos salvaguardar la democracia en este país no podemos seguir inventándonos partidos que diluyan el voto, sino que debemos pedir un compromiso a todos los partidos de izquierdas. Porque la dignidad hace que un comunista, un anarquista y un nacionalista de izquierdas puedan estar ideológicamente muy separados, en los temas verdaderamente importantes responden de la misma manera. En cambio vemos como CiU, PNV, PP, UPyD, PSOE, UPN, CC… las derechas y centroderechas de nuestro país, mantienen un núcleo ideológico mucho más próximo, pero como responden más intereses e ideologías, que a razones, al final pueden diferenciarse más en temas democráticos.
Por todo esto demandaría a todos los partidos de izquierda empezar a negociar un frente común con la voluntad de combatir la corrupción, la falta de democracia y la censura económica de los medios de comunicación. Pero, sobre todo, combatir esa imagen de que los de izquierdas son demonios con cuernos que nos han metido desde la infancia.
Por un nuevo Frente Popular adaptado a los actuales tiempos.

viernes, 4 de enero de 2013

Brotes verdes

Imagen tomada de http://www.cultiva.me 



Hace un mes, cuando un amigo me dijo que esto iba a cambiar, creí que no era más que un deseo expresado en voz alta. Pero cuando insistió diciendo que, por primera vez en mucho tiempo, los poderosos se han visto señalados con el dedo, y que no les gusta ser reconocidos y aún menos señalados... Así que en breve querrán inculcarnos una sensación de optimismo para que nos olvidemos. Un optimismo que si hubiese circulado hace 2 años nos hubiese ahorrado sacrificios inútiles y hubiese salvado vidas humanas.
“¿En qué te basas?”, fue mi lógica pregunta “¿No ves la tele?” fue su respuesta en forma de pregunta casi retórica. A continuación me aclaró que se estaba refiriendo a la publicidad y no a los informativos. Nos están preparando un bonito regalo de Navidad... quizá más bien de Año Nuevo.
Me costaba creerlo, pero hay que reconocer que el anuncio de Coca Cola, además del optimismo ligado siempre a la marca, acentuaba mucho su imagen en la solidaridad de los individuos para con su prójimo. En este caso era un prójimo a pequeña escala, casi individual y lejos de los movimientos sociales, pero seguía siendo una afirmación del valor de las personas. El siguiente fue Balay que valoraba al sector más maltratado en esta crisis: el de los trabajadores. Balay centraba su valor como marca en sus empleados. Sorprendente cuando la Reforma Laboral y todos los ataques de la CEOE habían estado dirigidos, sin piedad, hacia ese colectivo.
Dos anuncios parecían muy poco, pero mi amigo acertó a decir que cundiría el ejemplo porque era económicamente beneficioso (los anuncios llegaban al corazoncito de los posibles consumidores), pero sobre todo porque ya no éramos los únicos que necesitábamos el cambio. La bomba definitiva fue el anuncio, a finales de año, de Nestlé. Estos no solo se centraban en el valor de sus empleados y su fabricación dentro del país, sino que se atrevía a dar una imagen positiva de los movimientos sociales, como los que trataban de evitar los desahucios e incorporarlos a su imagen de marca. Algo impensado solo seis meses antes.
El día 2 ya había empezado el cambio. De repente, tras firmarse el acuerdo fiscal en EE.UU. una ingente cantidad de dinero invadió los mercados haciendo subir notablemente todas las bolsas y precipitando las primas de riesgo. Al tiempo, en Catalunya, una empresa como Telefónica (precisamente la misma que despide gente por enfermedad y, a pesar de las auténticas reprimendas judiciales, se niega a readmitirlos), enviaba una carta a sus abonados reivindicando su esfuerzo por esa región, el idioma... vamos, reivindicando su catalanidad a sabiendas de que el movimiento independentista era el único que había conservado una luz de esperanza en todo el proceso de hundimiento anterior.
Sé que para algunos esto solo quiere decir que los ricos se agarran con uñas y dientes para no caer, pero existe otra interpretación. La que, en la misma conversación que dio inicio a este comentario, expresó otro amigo. El también creía en el cambio de tendencia, pero su interpretación no era tan optimista. Mi otro amigo creía que los cambios sociales recesivos ya habían alcanzado los valores deseados por el poder que sabía que, de seguir apretándonos las clavijas, se podía desestabilizar su poder. Así que era el momento de parar a tomar aire y dar por acabada la parte más oscura de esta recesión... al menos durante un tiempo. Cuando todo estuviera más calmado se podría seguir apretando las clavijas y llevar a los pueblos hacia la esclavitud que nos tiene destinada.
Ni que decir tiene que la segunda idea era más perturbadora, todo y que no se diferenciaba tanto de la primera. Porque de algún modo nos estarían ofreciendo el camino para abandonar ese profundo sacrificio, pero, por otro lado, ya habíamos dejado demasiadas cosas en el camino... más de las que se podía asumir.
Unos brotes verdes, un mundo pintado de rosa, nos va a impedir ver el daño causado por una Reforma Laboral totalmente lesiva, una reforma judicial de ámbito medieval, una reforma educativa con el rancio carácter facisto-católico de la dictadura, un hundimiento de la sanidad... ¿de verdad vamos a asumir todo eso? Amén de que la inercia independentista de Catalunya ya es un hecho imparable.
Yo digo que no podemos permitir que nos vendan una tregua cuando lo hemos perdido todo, cuando se ha quedado tanta gente en el camino, cuando los culpables lejos de pagar por ello aún se han enriquecido más. Yo digo que es el momento de que sigan con sus inyecciones de dinero hasta que sean tan vulnerables como nosotros y podamos obligarles a aceptar nuestras condiciones... las únicas que pueden ser justas.
No creáis en los brotes verdes que aparecen de repente solo porque a ellos les conviene, porque, cuando ya no les interese, se los fumarán otra vez y empezaremos de nuevo, pero desde una situación mucho peor en que ya estará todo perdido de antemano.
Yo os digo que ahora aún hay más razones para salir a las calles e inundar de mareas la sociedad, la política, la economía, la sanidad, la educación y, sobre todo, la justicia... porque vivimos en un nuevo mundo lleno de leyes y de policías, pero donde la justicia, a veces, parece dormida o desparecida y otras parece mirar por debajo de su venda y dejarse llevar por la avaricia del dinero.
Es hora de recordar el mensaje que nos enseñaron nuestros padres y que nosotros enseñamos a nuestros hijos: no aceptéis regalos, y menos dulces y caramelos, de desconocidos.