domingo, 29 de noviembre de 2009

¿"El Mundo" hace trampa en sus propias encuestas?


Siempre encontrarás en este mundo gente que no sabe perder. Los reconocerás porque hacen evidente que se creen que "El Mundo" es suyo.

Bueno... esto es un juego de palabras, pero esto no:


Sí, lo han adivinado. Es una encuesta de esas manipuladoras del amigo Pedro Jota. Lean la pregunta: ¿Qué le parece el editorial conjunto de 12 diarios catalanes atacando al TC?
¿Qué les parece eso de "atacando al TC"? O no han leído el editorial o se limitan a hacer una de esas embestidas brutales, irracionales y demagógicas contra Catalunya y todo lo que suene a catalán, de las que tienen por costumbre.

Pero el drama de este medio de "descomunicación" aún es mayor. Sí, ciertamente, porque también manipulan sus encuestas. Unas encuestas que no sirven para nada (o, tal vez, sí) y les asusta que pueda fallar su justificación.

La cuestión es que hace algunas horas me advirtieron a través de facebook, sobre la existencia de esta encuesta. Me dijo un amigo que votara, que vieran los de la "España Cañí" que no todo era su cortita mirada del mundo. Si votábamos unos cuantos en el apartado qué sí, a lo mejor se les bajaban los humos. Y ni corta ni perezosa voy y lo hago... perdón, lo intento. Y falla el voto.

"Será el navegador" --pienso--. Y dejo el Explorer y pruebo con Safari, con Firefox, con Chrome... fallan todos. Pero cuál será mi sorpresa cuando pongo "NO" y la encuesta se lo traga. Cambio la IP de acceso y uso otro PC de la red. Sigo el mismo proceso con idéntico resultado.

Enseguida me pongo en contacto con cinco amigos y dos consiguen votar "SÍ" a la primera, uno a la segunda y los otros dos no pueden.

¿Qué pasa en la web de "El Mundo"?

Muy fácil, falsifican sus propias encuestas para justificar el paranoico sinsentido de su línea editorial.

Y que medios como este se llamen prensa escrita...
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INFORMACIÓN DE ÚLTIMA HORA

Al parecer puede tratarse de una mala programación de la web, lo curioso es que los fallos se decanten más en un sentido que en otro. Después de un tiempo de análisis se van igualando más, paro aún estamos lejos del 50%.

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MÁS INFORMACIÓN

Ahora aparece una información: "Resultado provisional pendiente de revisión de votos fraudulentos". Me pregunto si se analizarán más cosas o se van a limitar a asegurarse de que no se den más votos en el "BIEN" de lo que a ellos les interesa... mañana seguiremos informando, pero, sobre todo, vamos a verificar si esto es habitual en el resto de Internet.
¿Por qué existen estas encuestas en los medios de comunicación? y ¿por qué los resultados siempre apoyan a la línea editorial? ¿Es qué lo lectores no tenemos criterio para analizar todas las tendencias y extraer sólo la sustancia?
Creo, tristemente, que la respuesta general es la negativa.
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CONCLUSIÓN

Definitivamente, una semana después, podemos cerrar, sin lugar a dudas, que la encuesta no ha sido limpia. No podemos, sin embargo, valorar el grado de fraude ni especificar la forma, sin embargo, la misma conclusión es la prueba, en si misma, de que la encuesta no ha seguido su curso normal. Por desgracia hemos analizado otras encuestas de web's supuesta mente serias con resultados casi tan desalentadores. La conclusión, pues, es que de forma genérica, las encuestas en Internet no poseen ningún grado de fiabilidad. Lo que nos lleva a creer que los concursos mediante votación que se celebran en la red son tan poco creíbles como estas encuestas.
Esperemos que lo de votar por Internet en unas elecciones generales no se ponga de moda porque las posibilidades de fraude son muchas y algunas no tan evidentes como la de estas encuestas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

La dignidad de Cataluña

Este es el editorial que ha presentado la flor y nata de la prensa catalana. Periódicos de toda índole, de todas las tendencias y que representan, sin lugar a dudas, la opinión de la mayoría de los catalanes. Bueno... eso no es cierto, porque la mayoría de los catalanes pensamos que se han quedado cortos, que hay mucho más que decir, incluso algunos creen que hubiera sido mejor callar y empezar a pensar en la independencia, porque si un tribunal formado por personas que no respetan sus propias normas es el que va a dictar su ley por encima de la voluntad de todo un pueblo, amparándose en una constitución caduca, es que ha llegado el momento de soltar amarras.

No todos pensamos igual, así que este texto es el consenso de todas las tendencias, el máximo común divisor, de lo que importa en Catalunya.

A continuación el texto reproducido:

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La dignidad de Catalunya

Después de casi tres años de lenta deliberación y de continuos escarceos tácticos que han dañado su cohesión y erosionado su prestigio, el Tribunal Constitucional puede estar a punto de emitir sentencia sobre el Estatut de Catalunya, promulgado el 20 de julio del 2006 por el jefe del Estado, el rey Juan Carlos, con el siguiente encabezamiento: «Sabed: Que las Cortes Generales han aprobado, los ciudadanos de Catalunya han ratifi cado en referendo y Yo vengo en sancionar la siguiente ley orgánica». Será la primera vez desde la restauración democrática de 1977 que el alto tribunal se pronuncia sobre una ley fundamental refrendada por los electores. La expectación es alta.
La expectación es alta y la inquietud no es escasa ante la evidencia de que el Tribunal Constitucional ha sido empujado por los acontecimientos a actuar como una cuarta Cámara,confrontada con el Parlament de Catalunya, las Cortes Generales y la voluntad ciudadana libremente expresada en las urnas. Repetimos, se trata de una situación inédita en democracia. Hay, sin embargo, más motivos de preocupación. De los 12 magistrados que componen el tribunal, solo 10 podrán emitir sentencia, ya que uno de ellos (Pablo Pérez Tremps) se halla recusado tras una espesa maniobra claramente orientada a modificar los equilibrios del debate, y otro (Roberto García-Calvo) ha fallecido. De los 10 jueces con derecho a voto, cuatro siguen en el cargo después del vencimiento de su mandato, como consecuencia del sórdido desacuerdo entre el Gobierno y la oposición sobre la renovación de un organismo definido recientemente por José Luis Rodríguez Zapatero como el «corazón de la democracia». Un corazón con las válvulas obturadas, ya que solo la mitad de sus integrantes se hallan hoy libres de percance o de prórroga. Esta es la corte de casación que está a punto de decidir sobre el Estatut de Catalunya. Por respeto al tribunal –un respeto sin duda superior al que en diversas ocasiones este se ha mostrado a sí mismo–, no haremos mayor alusión a las causas del retraso de la sentencia.

Avance o retroceso
La definición de Catalunya como nación en el preámbulo del Estatut, con la consiguiente emanación de símbolos nacionales (¿acaso no reconoce la Constitución, en su artículo 2, una España integrada por regiones y nacionalidades?); el derecho y el deber de conocer la lengua catalana; la articulación del Poder Judicial en Catalunya, y las relaciones entre el Estado y la Generalitat son, entre otros, los puntos de fricción más evidentes del debate, a tenor de las versiones del mismo, toda vez que una parte significativa del tribunal parece estar optando por posiciones irreductibles. Hay quien vuelve a soñar con cirugías de hierro que cercenen de raíz la complejidad española. Esta podría ser, lamentablemente, la piedra de toque de la sentencia.
No nos confundamos, el dilema real es avance o retroceso; aceptación de la madurez democrática de una España plural, o el bloqueo de la misma. No solo están en juego este o aquel artículo, está en juego la propia dinámica constitucional: el espíritu de 1977, que hizo posible la pacífica transición. Hay motivos serios para la preocupación, ya que podría estar madurando una maniobra para transformar la sentencia sobre el Estatut en un verdadero cerrojazo institucional. Un enroque contrario a la virtud máxima de la Constitución, que no es otra que su carácter abierto e integrador. El Tribunal Constitucional, por consiguiente, no va a decidir únicamente sobre el pleito interpuesto por el Partido Popular contra una ley orgánica del Estado (un PP que ahora se reaproxima a la sociedad catalana con discursos constructivos y actitudes zalameras).

Los pactos obligan
El alto tribunal va a decidir sobre la dimensión real del marco de convivencia español, es decir, sobre el más importante legado que los ciudadanos que vivieron y protagonizaron el cambio de régimen a finales de los años 70 transmitirán a las jóvenes generaciones, educadas en libertad, plenamente insertas en la compleja supranacionalidad europea y confrontadas a los retos de una globalización que relativiza las costuras más rígidas del viejo Estado-nación. Están en juego los pactos profundos que han hecho posibles los 30 años más virtuosos de la historia de España. Y llegados a este punto es imprescindible recordar uno de los principios vertebrales de nuestro sistema jurídico, de raíz romana: Pacta sunt servanda. Lo pactado obliga.
Hay preocupación en Catalunya y es preciso que toda España lo sepa. Hay algo más que preocupación. Hay un creciente hartazgo por tener que soportar la mirada airada de quienes siguen percibiendo la identidad catalana (instituciones, estructura económica, idioma y tradición cultural) como el defecto de fabricación que impide a España alcanzar una soñada e imposible uniformidad. Los catalanes pagan sus impuestos (sin privilegio foral); contribuyen con su esfuerzo a la transferencia de rentas a la España más pobre; afrontan la internacionalización económica sin los cuantiosos beneficios de la capitalidad del Estado; hablan una lengua con mayor fuelle demográfico que el de varios idiomas oficiales en la Unión Europea, una lengua que, en vez de ser amada, resulta sometida tantas veces a obsesivo escrutinio por parte del españolismo oficial, y acatan las leyes, por supuesto, sin renunciar a su pacífica y probada capacidad de aguante cívico. Estos días, los catalanes piensan, ante todo, en su dignidad; conviene que se sepa.
Estamos en vísperas de una resolución muy importante. Esperamos que el Constitucional decida atendiendo a las circunstancias específicas del asunto que tiene entre manos –que no es otro que la demanda de mejora del autogobierno de un viejo pueblo europeo–, recordando que no existe la justicia absoluta, sino solo la justicia del caso concreto, razón por la que la virtud jurídica por excelencia es la prudencia. Volvemos a recordarlo: el Estatut es fruto de un doble pacto político sometido a referendo.

Solidaridad catalana
Que nadie se confunda, ni malinterprete las inevitables contradicciones de la Catalunya actual. Que nadie yerre el diagnóstico, por muchos que sean los problemas, las desafecciones y los sinsabores. No estamos ante una sociedad débil, postrada y dispuesta a asistir impasible al menoscabo de su dignidad. No deseamos presuponer un desenlace negativo y confiamos en la probidad de los jueces, pero nadie que conozca Catalunya pondrá en duda que el reconocimiento de la identidad, la mejora del autogobierno, la obtención de una financiación justa y un salto cualitativo en la gestión de las infraestructuras son y seguirán siendo reclamaciones tenazmente planteadas con un amplísimo apoyo político y social. Si es necesario, la solidaridad catalana volverá a articular la legítima respuesta de una sociedad responsable.

Publican también este texto El Periódico, La Vanguardia, Avui, El Punt, Diari de Girona, Diari de Tarragona, Segre, La Mañana, Regió 7, El 9 Nou, Diari de Sabadell y Diari de Terrassa.